La lepra del pecado

Es muy fácil constatar bíblicamente, que el pecado es la lepra de los tiempos tanto en el pasado como en el presente. Por consiguiente, no es la excepción en el tiempo actual en que nos ha tocado vivir. Aunque, para ser sincero, no hace falta ver las Escrituras y recordar la lepra del pasado; basta con mirar los acontecimientos y las desviaciones modernas, lo veremos con toda claridad y sin lugar a dudas. En estos tiempos a ese mal infernal, llamado pecado, le cambiamos el nombre y decimos que depende de la óptica con que se mire. No son pocos los que a menudo ven las cosa graves como faltas sin importancia. Lo que es peor, algunas cosas buenas las vemos como malas y las que son malas las vemos como buenas. Hay quien diga que el pecado es todo lo que sea un acto moralmente malo, que no se puede clasificar en mortal, venial o imperfección. No olvidaré el día que escuchaba una predicación en algún lugar de Puerto Rico, la persona decía a la multitud que le gustaría saber quién se inventó eso de pecado venial y/o mortal, porque el pecado es pecado y nada más, punto. Si hubiese dicho eso pero con una pequeña explicación de lo que es la moralidad del pecado no hubiese sonado tan mal. El catecismo de la Iglesia Católica, en el artículo 8, 1846-1876, hace una distinción entre pecado venial y pecado mortal; explica de forma clara las diferencias entre uno y el otro.

A modo de referencia, pongamos algunos ejemplos de los más comunes que vemos y/o escuchamos con frecuencia: Si nos referimos a una mamá embarazada, llevando en su vientre a una criatura por nacer que solo tiene días o pocos meses, decimos que no es pecado abortarlo porque no es un niño sino un feto. Estamos dando por sentado que lo concebido en el seno materno solo era un pedazo de carne, huesos y ligamentos pero no una persona humana con vida, con cuerpo y alma inmortal. Otro horrible pecado que es muy común: Se pueden tener relaciones íntimas hombres con hombres y mujeres con mujeres porque eso es “amor”. También se le llama matrimonio a dos personas del mismo sexo porque si se aman tienen el mimo derecho que las parejas casadas por la Iglesia y que recibieron el sacramento del matrimonio. Yo te pregunto: ¿A quién vamos a creer, a Dios o a la parte de la sociedad moderna que mantiene un gran empeño en marginal a Dios y acallar las conciencias? Dios los creo hombre y mujer y les dio un mandato claro “creced y multiplicaos” y eso no es posible en parejas del mismo sexo.

Jesucristo acompañado de su madre María asistieron a una boda en Caná de Galilea y fueron de gran bendición para aquella pareja en tan importante acontecimiento. Nos dice el evangelio que mientras ellos compartían muy tranquilamente, la madre de Jesús, se da cuenta de que se les había acabado el vino. Se acerca a su Hijo y se lo dice con la esperanza de que hiciera algo por los novios. Jesús dijo a los sirvientes que trajeran las tinajas y las llenaran de agua, que al instante se convirtió en vino. Indudablemente que el papel de intercesión de la Santísima Virgen fue crucial y oportuno. ¿Sabía usted que este primer milagro de Jesús fue antes de iniciar su vida pública? Y lo hizo porque su madre se lo pidió. Mediante este milagro podemos ver como Jesus bendice el matrimonio entre hombre y mujer.

En estos tiempos, han surgido algunos grupos y géneros musicales que a nombre de la música moderna invitan a la juventud a practicar sexo y a consumir droga. Como si fuera poco, usan un vocabulario desagradable que me parece inapropiado. Debo aclarar que no todos los grupos son iguales pero aquellos que tomen esa postura debieran ser reprochados. No entiendo el porqué de esa postura que tanto mal le hace a la juventud que los siguen, quienes al final son los perjudicados. El mal ejemplo arrastra a nuestros muchachos y muchachas que a veces, sin tener en cuenta el riesgo que se toman, deciden participar y disfrutar de ese género musical moderno. Este incita a malas acciones, tales como: pasiones desordenadas, libertinaje, alcoholismo, etc. Debemos recordar lo que dice el Señor en su palabra: “No se engañen: nadie se burla de Dios. Se cosecha de lo que se siembra. El que siembra en su carne, cosechará de la carne corrupción y muerte. El que siembra en el Espíritu cosechará del Espíritu la vida eterna (Gálatas 6:7-8).

Algunos comentan que Dios nos ha castigado porque nos mandó dos huracanes que destrozaron nuestra isla del encanto, los terremotos y ahora con la pandemia del coronavirus. Tengo que comentar sobre esto que Dios no nos ha castigado por lo sucedido pero sí lo ha permitido y no es para menos porque bastante mal nos hemos portado con Él. Le damos la espalda a un Dios que nos creó por amor y nos redimió con amor infinito en la persona de su amadísimo Hijo. Lo que pasa es que no queremos sufrir las consecuencias de nuestros actos, que tan merecidas tenemos. Viene a mi mente aquel comentario que escuché cuando el desastre de las torres gemelas. No sé si fue un chiste de mal gusto o una experiencia vivida por alguien, pero aquí lo puedo acomodar para bendición de mis hermanos en Cristo. “Se dice que alguien exclamó: ¿Dónde estaba Dios cuando los aviones se estrellaron sobre las torres gemelas? Dios contesta: “Yo estaba allí, pero como en ese lugar no me querían los dejé que resolvieran ellos”. Lo escribo según mi mejor recuerdo y aplicándolo a este tema en particular. Jesús nos prometió que estaría con nosotros hasta que termine este mundo. Ahora bien, queda de nuestra parte el aceptarlo o rechazarlo.

Podemos estar seguros que si nosotros no queremos a Dios en nuestro entorno Él nos deja hacer lo que queramos, no ha de oponerse a nuestro libre albedrío, porque Él nos hizo libres. Se supone que todo lo que hagamos sea según su voluntad como decimos en la oración que Jesús nos enseñó. “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Por no buscar del Señor es que algunos cometen atrocidades como el quitarle la vida a una persona, a un ser humano, creado a imagen de Dios y otras tantas atrocidades que conocemos. Esto pasa porque el hombre le ha dado la espalda a Dios, no se alimenta con su Palabra y Eucaristía, no camina en su presencia. Sigue la corriente del mundo y cada día se aleja más de su Creador. Yo recomiendo que siempre contemos con el Señor en todo lo que hacemos, sea pequeño o grande, poquito o mucho, por insignificante que todo sea, para su honra y su gloria… “Señor, en tu nombre, si es tu voluntad.” Hermanos, seamos en Cristo alabanza del Padre y para su gloria”. Si cambiamos nuestra actitud veremos la diferencia por la gracia del Señor. Nos dice San Pablo: “Ustedes saben que tienen que dejar su manera anterior de vivir, el “hombre viejo” cuyos deseos falsos llevan a su propia destrucción. Han de renovarse en lo más profundo de su mente, por la acción del Espíritu” (Efesios 4:22-24).

Sigamos de cerca la postura del evangelista San Lucas con respecto a la lepra del pecado. Los diez leprosos que nos presenta el Evangelio sin duda habían escuchado hablar de Jesús y se le acercaron para que los curara. Jesucristo, no se hace esperar y cura a los diez, pero el Evangelio nos dice que los mandó a presentarse al sacerdote y que mientras iban uno se percató de que estaba curado y regresó a dar gracias al Señor. (Lucas 19: 11-19) En un acto de inmensa generosidad Jesús también le da la salvación. Por lo general, los fieles no nos damos cuenta de lo que Dios hace por nosotros a diario, y menos aún le damos gracias como es debido. Sería bueno recordar que fuimos creados para tener comunión y vida junto a Dios, pero muchas veces preferimos hacer nuestra propia voluntad. No seguimos sus mandamientos, nos parece que nuestras propias ideas y nuestros placeres son mejores. No nos importa vivir separados de Dios por los pecados que cometemos. Esto sucede porque, en realidad, no hemos tenido un encuentro personal con el Señor ni hemos experimentado un encuentro transformador que cambie nuestro estilo de vida, que provea la redirección al caminar hacia el Salvador. Recodemos que, ineludiblemente, un día tendremos que darle cuenta de todos nuestros actos a nuestro Creador.

Hay momentos en que el Señor nos habla con palabras muy fuertes pero lo hace para nuestro bien. Tengamos en cuenta que la senda del discipulado no es fácil ni placentera. Cristo fue perseguido y crucificado por ser testigo de la verdad y él mismo nos anunció que otro tanto sucedería con sus discípulos. Por eso nos dice que si queremos seguirle nos preparemos para la prueba. En cuanto a lo que estamos viviendo en estos días solo debo decir que estemos atentos a los signos de los tiempos. Miremos hacia arriba porque Dios nos está hablando en cada detalle de lo que podemos ver y que pasa a nuestro alrededor. Los acontecimientos son muchos y variados pero algo nos quiere decir el Señor en su Palabra, que busquemos las cosas de arriba. El pecado no es opción en nuestras vidas, solo sirve para llevarnos al infierno; lo que nos pide el Señor en estos momentos de pandemia es vivir en oración esperando con conciencia limpia y presto a seguir lo que nos pide nuestro buen Dios. “Tengan esperanza y estén alegres, En las pruebas; sean pacientes. Oren en todo tiempo (Romanos 12 .12). Me gustaría terminar este tema con unas palabras muy bonitas y reconfortantes que leía el viernes santo pasado en la Palabra entre nosotros: “Gracias, Jesús, Señor y Dios nuestro, por tu muerte redentora, por tu resurrección gloriosa y por el don inestimable de la Sagrada Eucaristía.” Que el Señor te ilumine y te conceda la vida eterna.