Tomado de mi primer libro
“Cómo Atesorar el Señorío de Jesús”
Creo que a nadie le gustaría perder la confianza en Dios; al contrario, a todos nos gustaría aumentarla cada día más. Por esa razón en la carta a los Hebreos se nos alienta a proteger hoy nuestra fe. Mañana puede ser demasiado tarde. Hoy día es urgente que los cristianos velemos y cuidemos de nuestra fe porque los peligros que nos asechan para que la perdamos cada día son mayores y más graves. Ante esta realidad de peligro, ¿cómo podemos mantenernos firmes hasta el fin en la confianza que teníamos al principio y evitar el desaliento al que nos arrastra el mundo actual? Esta es la pregunta que se hace el autor sagrado de la carta a los Hebreos (Hebreos 3:14). Para evitar que el corazón se nos endurezca y que la incredulidad nos despoje de toda alegría hemos de confiar en nuestro buen Dios.
El autor de la carta a los Hebreos nos da unos consejos muy saludables que deberíamos poner en práctica. Uno de esos consejos es que dediquemos tiempo para estudiar y reflexionar las verdades cristianas contenidas en la Palabra de Dios y que nos hablan de su plan para nuestras vidas. Por ejemplo, podemos entender que Dios nos habla directamente a través de su Hijo, y ya no por intermediarios (Hebreos 1:1-2). Además, por haberse hecho hombre verdadero, Jesús conoce exactamente lo que significa ser humano; conoce nuestras flaquezas y pruebas y entiende por qué caemos en pecado; por eso puede solidarizarse completamente con nosotros (Hebreos 2:14). Sin embargo, siendo el Santo Hijo de Dios, también se encuentra en posición de interceder por sus fieles como nuestro sumo sacerdote y recibirnos en su reino como sus propios hermanos.
Podríamos decir que no tiene nada de raro que uno pierda la confianza al reconocer sus propios pecados, porque crean una barrera de vergüenza en el corazón. En esos momentos hemos, de recordar que nuestros pecados están perdonados (Hebreos 8:12). No podemos tener la menor duda de que, si nos hemos arrepentido y hemos confesado nuestros pecados, han sido totalmente perdonados. A veces perdemos la confianza que teníamos al principio porque nos sentimos impotentes frente a las situaciones de la vida; sin embargo, debemos recordar de mantenernos firmes en la fe y valientes porque Jesús ha vencido el mundo (Juan 16:33). Cuando logremos conocer mejor las verdades del Evangelio, haremos nuestras las promesas del Señor y usaremos las herramientas que se encuentran en su Palabra. Leyendo las Escrituras disfrutamos de las experiencias del Espíritu Santo que viene en nuestra ayuda para socorrernos. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé la fortaleza y la confianza en el poder de las promesas de Cristo y recordemos lo que nos dijo, “Sin mí no pueden hacer nada” (Juan 15:5). “Yo perdonaré sus maldades y no volveré a acordarme de sus pecados” (Hebreos 8:12).