Estamos viviendo momentos difíciles que nos tienen padeciendo una encerrona sin precedente. En todos los países del mundo se está sufriendo por la misma situación, la pandemia del Covid19. Aparentemente ni los gobiernos ni los científicos en medicina, ni autoridad alguna logran ponerse de acuerdo con respecto al rumbo a seguir en estos momentos. Muchos han puesto medidas rigurosas y otros han sido algo confiados pero a todos se les ha ido de la mano y los contagios de Covid19 siguen en aumento. Lo que sí tenemos claro es que ha llegado a todos los rincones del mundo, nadie se ha escapado. Los casos de contagio, hospitalizaciones y muertes siguen sin control. Han habido muchas reuniones, conferencias, explicaciones sobre el Covid19 pero no se ha logrado mucho. La tan esperada vacuna ha llegado pero algunos cuestionan si logrará su objetivo. Esperemos lo mejor, que se logre. Podemos seguir con muchas ideas, suposiciones y señalando culpables por lo sucedido pero nada de esto resolverá el problema de la pandemia.
Se puede encontrar en los diferentes medios, sobre todo, en las redes sociales, muchísimos reportajes que lo asocian a los últimos tiempos. A estos le podemos añadir los que se le atribuyen a los mensajes de la Santísima Virgen María en algunas de sus apariciones que, según dicen, habla del final de los tiempos. Ahora te pregunto si sabes quién tiene la culpa de este mal infernal y de otros tantos: corona virus, enfermedades y males sociales que hay en este mundo. Me imagino que sabes la respuesta y el porqué de su origen. Debemos estar bien claro sobre algo, “Dios no quiere el mal ni lo produce, pero sí lo permite”. Si nos remontamos al comienzo de la historia de la Creación nos daremos cuenta que al principio Dios creó al hombre y a la mujer sin dolores, sufrimientos ni enfermedades y los ubicó en un lugar muy especial, que le conocemos como “Paraíso Terrenal”, el jardín del Edén. De ellos se nos dice en el Génesis que fueron la obra final en el ejercicio de la creación. Les recomiendo leer los dos primeros capítulos del Génesis para que entendamos mejor de qué estamos hablando. Dios nos creó para que seamos felices no para que, por culpa del pecado, perdamos la vida eterna que Dios nos ofrece. Ese mismo pecado tiene a muchos padeciendo en unión a los ángeles caídos y a su autor Lucifer.
Veamos quiénes son los verdaderos culpables de lo que está pasando en nuestro Puerto Rico y en todo el mundo. Somos atacados por toda clase de enfermedades, calamidades, toda clase de infecciones, pobre convivencia, falta de respeto y lo que más duele al Señor, la falta de amor entre los seres humanos. “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, este es el primer mandamiento de la ley de Dios. Recordemos que la ley de Dios nunca pierde vigencia. Tenemos que regresar e ir en busca del Amado, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Cuando Dios creó al hombre y a la mujer les dijo que se multiplicaran. No creó al hombre y le puso por compañera otro hombre para que se multiplicaran o a una mujer para que con otra mujer lo hicieren. Señores, el regalo más grande que el Señor hace a las parejas en su vida matrimonial son los hijos, por lo tanto, no son para matarlos antes de nacer. Horrible pecado cometen los que practican el aborto, no importa que sea recién concebido, días o meses de engendrado, es un ser humano el que vivía en el vientre de la madre.
Toda persona que por su postura, acción, omisión y desvío para no cumplir lo que Dios ha ordenado es culpable de nuestra desgracia. Podemos comparar la perdición y el desvío de los hombres en el tiempo actual con lo sucedido en tiempo de Noé. “Yavé vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que todos sus pensamientos tendían siempre al mal… Yavé dijo, exterminaré de la tierra a los hombres que he creado… Yavé dijo: Noé, entra en el Arca, tú y tu familia, pues tú eres el único justo que he encontrado en esta generación… Luego, a los siete días comenzaron a caer sobre la tierra las aguas del diluvio que duró 40 días. (Génesis 6 y 7). Debemos reflexionar en este y otros eventos que nos recuerdan la justicia divina. “Pueblo mío, escucha mi aviso; Israel, ¡ojalá quisieras escucharme!… Pero mi pueblo no escuchó mi voz. Israel no quiso obedecerme… (Salmo 80). Lamentablemente, esto esta pasando en nuestro tiempo y parece que no nos damos cuenta.
¿Qué podemos decir de los que matan a otros seres humanos por encargo o por estar fuera de sus facultades, por culpa de la droga infernal? Todo esto y muchas cosas más son las causantes de lo que estamos sufriendo los seres humanos. Dios creó este mundo para que todos, como una gran familia, lo disfrutásemos y para que, siguiendo su mandato, diéramos continuación a su obra, no para destruirla. Algo más que me parece sumamente interesante, es el llamado “Nuevo Orden Mundial”, que algunos, sin temor de Dios, por ser multimillonarios quieren adueñarse del mundo. Algunos países pretenden alcanzar su propósito por su afiliación a este nuevo plan. Tal parece que lo establecido por Dios ya no sirve o que perdió vigencia y tiene que ser mejorado o cambiado. Creo que es satánico porque va contra el plan establecido por Dios, aunque en este “Nuevo Orden” participen algunos llamados cristianos y religiosos. Sólo personas ambiciosas que quiere acapararlo todo sin control son capaces de tales barbaridades. Un caso claro lo tenemos en América Latina. Un país rico en petróleo y en oro, catalogado como el más rico de Sur América por décadas, es hoy día, uno de los más pobres del mundo. Queda claro que la culpa es de los seres humanos desviados del camino trazado por su Creador. Es lamentable que por la avaricia de algunos hallamos llegado a estos extremos. Cada día vemos morir a nuestros amigos y hermanos en esta terrible desgracia humana a consecuencia del “pecado”.
Por eso digo, sin temor a equivocarme, que este mundo lleva un rumbo sin salida. Hago una salvedad: será menos doloroso lo que tendremos que sufrir si prestamos atención a la revelación clara y segura que nos viene enseñando el Señor en su Santa Palabra y por el Magisterio de la Iglesia. Hace mucho tiempo que venimos recibiendo mensajes del Señor en los que, por medio de su Madre Santísima, nos pide que busquemos la conversión por medio de la oración, la penitencia y un nuevo estilo de vida agradable a Dios, como nos diría San Pablo en su carta a los Efesios 4:22-23. No quisiera pensar que la humanidad entera se ha “buscado y ganado” el castigo que estamos padeciendo. Recordemos, Dios es amor infinito y no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva, pero su justicia es también eterna e infinita. Hagamos lo que Jesús nos pide, busquemos de su amor ahora que podemos alcanzar su bendición y su compasión. Tenemos los medios en nuestro alcance: la oración, la penitencia, los sacramentos, su Palabra, la Santa Misa y muchas otras cosas que podemos hacer. Tratemos de vivir en su presencia alabando y bendiciendo su Santo Nombre.
Una y otra vez, Dios le habló a su pueblo por medio de profetas como Jeremías, y su exhortación era siempre la misma: “Vuélvanse al Señor con todo su corazón. Renuncien a los ídolos…” Una y otra vez el Señor llamó a su pueblo a regresar a su lado pero no le hace caso y se aleja más cada vez. La humanidad en el mundo de hoy se aleja cada vez más de su Padre Dios, es lamentable. Ahora ha llegado el momento de cosechar lo que hemos sembrado. No fue Dios quien cambió de opinión o quien se alejó de nosotros, somos nosotros los que nos hemos alejado de El. Como nunca es tarde, podemos acudir a su infinita misericordia y El se apiadará de nosotros. Que todo lo que hagamos y realicemos desde que nos levantemos sea con la recta intención de agradar al Señor para que se convierta en alabanza a Dios nuestro Padre. “El Templo de Dios es santo, y ese templo son ustedes” (1ra. Corintios 3:17). Dios habita en nosotros y nosotros en El, pero mucho cuidado de no perder su gracia. “Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según los inspire el Espíritu; sepan velar para proseguir su oración, sin desanimarse nunca, e intercedan por todos los hermanos” (Efesios 6:18).
No podemos bajar la guardia en estos momentos de angustia, crisis emocional, muerte y desesperación. Acudamos al Señor, El tiene la última palabra. El es nuestro consuelo y nuestra fortaleza. Quiero concluir el tema con las palabras consoladoras del apóstol San Pedro: “Nosotros esperamos según la promesa de Dios “cielos nuevos y tierra nueva” un mundo en que reinará la justicia. Por eso, queridos hermanos, durante esta espera, esfuércense para que Dios los halle sin mancha ni culpa viviendo en paz (2da. de Pedro 3:13-14). Que el Señor te ilumine y te bendiga.