Vivir para Dios o vivir para nosotros mismos es de lo que quiero reflexionar y compartir con mis hermanos en este tema. Es algo muy sencillo e interesante a la vez. Jesús ha dicho que hay dos caminos a seguir, el del bien o el del mal, más importante aún nos dice que estamos con él o contra él. Por otro lado, todos debemos saber que nuestra vida aquí en la tierra tiene uno de dos destinos, el cielo o el infierno, realidad que depende de nosotros en su totalidad si cooperamos con la gracia divina. La más lógica y sabia decisión sería que escogiésemos el camino de la vida, el camino de Dios y no el de nosotros que se presta a una grave equivocación. No vale la pena vivir con tanto sacrificio toda una vida entera para que a la postre todo esté perdido. Dios, en su infinita misericordia, nos ha alertado por su Palabra Encarnada y su Evangelio. La Escritura nos enseña cómo hemos de escoger el camino que seguiremos hacia la vida eterna y nos dice que para lograrlo tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu Santo.
Un ejemplo, de la vida cotidiana, puede darnos luz al respecto. Cuando nos proponemos comprar algo, sobretodo si es de valor, nos fijamos bien antes de seleccionarlo e invertir nuestro dinero. Tomamos estas medidas para que después no tengamos que arrepentirnos. En la vida espiritual sucede lo mismo si no tenemos buen discernimiento en fijar nuestra mirada en el Señor, podemos tomar el camino equivocado. Muy fácilmente podemos vivir para nosotros mismos en vez de vivir para Dios y pasarnos toda la vida separados de él. Sería muy lamentable.
Vivir para Dios o vivir para nosotros mismos, separados de Dios, es cosa nuestra, decisión personal de cada uno. Todos sabemos que hay dos caminos pero solamente uno nos lleva a la vida eterna y Jesús se autoproclama ser ese Camino, y añade que es también Verdad y Vida (Juan 14:6). Por eso me reitero en que sabemos el camino y por lo tanto no podemos vivir para nosotros mismos. Les invito a fijarse en lo que dicen los evangelistas Mateo y Lucas, quienes hacen mención de algo muy importante en cuanto a la decisión que tenemos que tomar en el caminar de la vida (Mateo 5:1-16 y Lucas 6:27-36). No cabe duda que el camino de la vida del que habla el Señor es bien claro, pero algo difícil de seguir y cumplir. Recordemos el llamado que nos hace el Señor, tenemos que tomar la cruz de cada día y seguir a Jesús. El discípulo no puede ser más que el maestro. Son muchos los aspectos que tenemos que tener en cuenta para que las alternativas y el camino sean los correctos. Preocupémonos por cultivar nuestra vida espiritual.
Por otro lado tengamos en cuenta que no podemos desatender el compromiso humano, o sea, lo que nos compromete con nuestros hermanos. En este contexto Jesús nos recuerda a aquellos más necesitados de nuestro amor y caridad. Los pobres, los enfermos, los marginados, los que a los ojos del mundo valen muy poco o nada. El Señor no quiere que perdamos de vista esta realidad; para ello y por medio de su Palabra nos mantiene alerta con muchos y diferentes recordatorios. ¿Que tal si le damos un vistazo a algunos de ellos? “Cuando te halles en la abundancia acuérdate de los días de escasez, cuando seas rico, piensa en la pobreza y la miseria” (Eclesiástico 18:25). “Felices los que tienen espíritu de pobre porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). “Al contrario, cuando ofrezcas un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos, a los ciegos, y serás feliz porque ellos no tienen con qué pagarte” (Lucas 14:13-14).
Si queremos alcanzar la vida eterna hemos de escoger entre las dos alternativas. Aunque parezca que es de lo más fácil escoger el camino que lleva a la vida, en realidad no es así. Será algo difícil porque tendremos que enfrentar las consecuencias. Tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, las del hombre viejo por las del hombre nuevo, como nos dice San Pablo: “Ustedes saben que tienen que dejar su manera anterior de vivir, el “hombre viejo” cuyos deseos falsos llevan a su propia destrucción”. Han de renovarse en lo más profundo de su mente, por la acción del Espíritu” (Efesios 4: 22-23). Nos veremos obligados a cambiar nuestras prioridades y decisiones diarias. No debemos desalentarnos porque gracias al bautismo, la confirmación y la fe ya estamos unidos a Jesús que resucitó para derrotar el pecado, la muerte y a su autor, Satanás. En Cristo seremos victoriosos hasta el final.
No tengamos la menor duda que, los que hemos sido bautizados en la muerte y resurrección de Jesús, seremos partícipes de su mismo poder que nos da fuerzas para seguir el camino de la vida. Cristo subió al cielo para prepararnos el lugar para que estemos con El al lado del Padre. “Después que yo haya ido a prepararles un lugar, volveré a buscarlos para que donde yo estoy, estén también ustedes” (Juan 14:3). Así como la muerte nos vino por un hombre, también la vida nos vino por medio de otro hombre. (1ra. Cor. 15:21-22). He repetido algunos textos de la Escritura en mis últimas reflexiones con la esperanza de que se nos grabe en la mente y en el corazón que somos porque El es, sin El no podemos hacer nada y con El lo podemos todo. Vivamos en el Señor Resucitado y Glorioso. Que el Señor te ilumine y te bendiga.